Las escaras son un problema de todos.

Publicado en por Gustavo Juan Perez

Las escaras son un problema de todos.

Pareciera ser que el problema de las escaras en los adultos mayores, es un tema estrictamente médico. Algunos incluso piensan que es un problema de los viejos y no sólo lo naturalizan, sino que esperan que se presente por el sólo hecho de que se trata de ancianos.

Voy a abordar este texto, mas con preguntas que con respuestas.

Hoy en día la medicina ejercida por los equipos de salud que por supuesto incluyen a los gerontólogos, cuentan en muchos casos, con la información necesaria, para evitarle a los pacientes males mayores, o en su defecto, complementarios.

En el caso de las escaras es evidente que la literatura médica respecto a cómo proceder para evitarlas, es bien conocida. En muchos casos pueden evitarse. Incluso pacientes que ingresan por otros motivos a unidades de salud, luego tuvieron que afrontar estos problemas, solucionado los motivos de ingreso.

Frente a estos hechos me pregunto, qué es lo que ocurre que estas cosas pasan, a pesar de que en muchos casos, hablamos de excelentes equipos de salud, de clínicas o unidades asistenciales onerosas, plagadas de protocolos que estandarizan cómo actuar frente a un paciente, de profesionales con amplia experiencia en la materia.?

La primera respuesta que viene a mi mente es: se produce en estos centros, un desplazamiento de la conducta social, maltrato o destrato, que en muchos casos sufren los adultos mayores en la sociedad.?

Una clínica, un hospital, un centro de salud es ante todo un escenario social, por lo tanto, podría pensarse que en esos lugares a nivel micro, se reproducen problemas que a nivel macro, los adultos mayores sufren en las sociedades que habitan.

Por otro lado, si descartamos el lugar específico como uno de los causantes de estas problemáticas de destrato a los adultos mayores, podemos hablar de negligencia consciente por parte de los equipos de salud.? Estoy seguro que habrá pocos o muchos casos en que sí, no obstante, también creo suponer que hay cuestiones culturales, inconscientes, involuntarias motivadas por nuestras representaciones sociales y nuestra psiquis, que actúan sobre estos escenarios y sobre los cuerpos de los adultos mayores, dejando sus huellas.

Si la sociedad no valora “la fealdad de la vejez”, rechaza el cuerpo arrugado por los años, niega el paso de los años alimentando el paradigma de la eterna juventud, bien podría suceder que a nivel inconsciente, ese cuerpo que yace en una cama de un sanatorio, no tiene el mismo valor, que el de otro paciente, joven o mas joven, dónde sin darnos cuenta le avizoramos un futuro que negamos al viejo, pensando cuanto le queda?. Para lo que le queda de vida, vale la pena?. Para que le sirve cuidar su cuerpo si no tiene sexualidad, si no puede ser deseado por nadie.? Repito: estoy hablando de un pensar a nivel inconsciente que muchas veces nos condiciona en nuestros actos y no podemos dar cuenta de ello.

Pareciera entonces que las escaras no son un problema estrictamente médico y pueden abordarse desde distintos lugares.

Desde el lugar de gerontólogos, debemos tener en cuenta en forma permanente, una visión amplia e integral, preventiva, reparadora, proactiva de los sucesos gerontológicos que afectan a la población, no sólo a los adultos mayores, sino a la población en general. Como suelo expresar: si tenemos suerte, llegaremos a ser viejos y, seremos viejos de la manera en que fuimos construyendo nuestras vidas, a lo largo de todo el proceso vital.

Otra pregunta que me hago: las rutinas, los protocolos de procedimientos que estandarizan todas las formas de proceder, tienen en cuenta la singularidad de cada paciente.? Todas sus necesidades o solamente las manifiestas?. Están atentas a cuestiones emocionales, a lo que no se expresa o se manifiesta pero que no quiere decir que no exista en el paciente?.

Hoy es muy común encender el televisor y que nos hablen de violencia. No es violencia un paciente con escaras, cuando pueden ser prevenidas.? Se trata tal vez sí de una violencia simbólica, que se encarna en las heridas lacerantes de nuestros viejos. Se trata de un violencia enmascarada en un destino fatal e inequívoco que le asignamos a un anciano?. Es una violencia contra aquello que negamos como la vejez o de la que no queremos dar cuenta porque le tenemos miedo?.

Como sujetos, tenemos interiorizada nuestra sociedad en nuestro mundo interno y, nuestra subjetividad se expresa muchas veces dando cuenta de ese destrato, maltrato, violencia para con el otro.

A mi entender, los niños, las mujeres y los ancianos son los colectivos dentro de una sociedad más frágiles y más vulnerados. Esto no es casual si comprendemos y aceptamos la característica patriarcal y machista que nuestra sociedad tiene. Y por supuesto, muchas veces el compromiso, el respeto, la solidaridad, se da por sobreentendida con otros sectores de la sociedad pero, tenemos que reforzar con un Día del Niño, de la Mujer o del Abuelo para recordar muchas veces un “ratito” en el año que estos existen. Les damos identidad y existencia por un día? dos? cuando cobran la jubilación?. Cuando vienen de una prepara importante?

Creo en la capacitación y en la formación continua, pero no sólo respecto a la incorporación de conocimientos, información, datos, sino en trabajar-se, trabajar-nos, todos y cada uno de nosotros en los distintos roles que ocupamos dentro de la sociedad incluido el rol profesional.

La dignidad humana, exige una ética, que a la vez exige una revisión constante de nuestra profesión y de nuestros actos, como profesionales, pero también como seres humanos, respecto al otro. Si lo ninguneamos por ejemplo “el paciente de la 5”, o el “anciano coronario de la 7”, qué nos hace pensar que como profesionales no estamos enamorados de nuestra especialización y, que ese paciente sólo es una historia clínica, o un caso de éxito coronario que se va a su casa con escaras?.

Me quedo pensando entonces sobre este tema desde otros lugares, desde otros puntos de vista. Siempre sostengo que hoy ser revolucionario es animarse a pensar, sentir y actuar, para transformar la realidad entre todos.

Abrazos.

Gustavo J. Pérez

Director CESA

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